La corrupción que no les cuesta, pero nos cuesta mucho

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Por fin pasó el cuarto Informe Presidencial, obnubilado ante el enojo de millones de mexicanos por la visita de Trump a tierras mexicanas, pero presente para muchos por la promesa de su formato “innovador”. Lo que intentaron vender en Los Pinos como un acto de apertura y compromiso democrático, reafirma la sensación de que este gobierno no entiende la naturaleza del enojo social ante sus acciones. Más aún, es prueba de que la rendición de cuentas es un ejercicio lejano para la gobernanza de este país y que difícilmente veremos durante lo que queda del sexenio.

 

Confieso que vi el cuarto informe de gobierno con la esperanza de ser sorprendido, con la idea de que quizá el gobierno de Peña sería capaz de salirse del guion, en aras de hacer sus últimos años en el poder más llevaderos. Sin embargo, el resultado fue más de lo mismo: un foro a modo, un conductor que tenía que esperar a que Peña terminara de hablar para continuar con el protocolo, un público que aplaudía las respuestas y una serie de preguntas facilonas para que el Presidente se sentara en sus laureles a contestarlas. 

Para muestra basta un botón, la primera pregunta realizada por un joven en el encuentro fue “¿Qué buenas noticias nos tiene en mejoras de nuestro país?”. A ese joven solo le faltó chulearle el copete. Peña únicamente tuvo que sonreír y remitirlo al vídeo del principio del evento.  Casi todas las demás preguntas fueron en un tenor similar, se dieron de forma escrupulosamente ordenada y pasiva. 

Claro, hubo sus excepciones. Las cuatro preguntas provenientes de usuarios de Facebook que se formularon en torno a temas espinosos para el gobierno de Peña, pero sucedieron sin que hubiera un interlocutor al cuál tuviera que responderle. Hubo también una interrupción por parte de un joven llamado José Ramón, quien difícilmente hubiera obtenido la palabra de otra forma, y que se transformó en el único cuestionamiento en vivo durante el evento “coreografiado”. Y ante la dureza de su pregunta (“¿Dónde están los resultados?”), Peña decidió responder lo mismo que al primer joven que le preguntó por las mejoras del país: sonrió y lo remitió al vídeo del principio del evento.

Quizá la mayor información que nos dio este Informe no yace tanto en lo que se dijo explícitamente, sino en cómo el evento refleja un desprecio por las funciones más elementales de la democracia. Ante la crisis de credibilidad del gobierno federal, al gobierno de Peña se le ocurrió… ¡una nueva campaña publicitaria! Se asume que nuestro enojo se puede contrarrestar con una campaña de comunicación y un foro con jóvenes que cuenten “lo bueno” que hemos dejado de ver, por culpa de nuestro pesimismo. Es la nueva versión del “Ya chole con tus quejas”, pero revestido de un ropaje que se vende como democrático.

La sociedad se siente irritada porque no hay nada que le enoje más que se le quiera ver la cara de idiota. Ante actos de represión como Ayotzinapa, Tanhuato, Tlatlaya y Nochixtlán; ante casos de presunta corrupción como la llamada “casa blanca”, la casa en Malinalco, los escándalos con OHL y la fuga del Chapo; ante la subida del dólar, el aumento de la deuda y el bajo crecimiento económico; ante programas sociales que perpetúan la pobreza y son utilizados como maquinarias de voto, fraudes electorales, periodistas asesinados, miles de muertos y desaparecidos, la disolución de contrapesos institucionales y la reciente visita de Trump a Los Pinos; Peña nos dice que veamos lo bueno, “que casi no se cuenta, pero cuenta mucho”. 

Muy lejos estamos de un modelo de gobernanza que se base en la rendición de cuentas genuina y que nos ayude a combatir la corrupción política endémica. El gobierno federal ha creído que le basta con simular procesos democráticos, como la investigación del conflicto de interés que Virgilio Andrade realizó durante 2015 o este supuesto encuentro con jóvenes, para recuperar nuestra confianza. Su modelo de gobierno se ha basado en creer que a la ciudadanía se le convence con publicidad y a través de monólogos que minimizan el derecho de réplica.

Al final, quizá haya un resultado positivo en el largo plazo, y ése es que el “modelo de encuentro” probado en el cuarto Informe puede convertirse en una verdadera herramienta para la ciudadanía. Que en un futuro las preguntas que se hagan no sean cómodas para el régimen y que el proceso de selección de jóvenes sea transparente, para que haya una genuina confrontación de ideas y hechos: una deliberación como nuestra democracia la demanda. 

Quién sabe, en una de esas logramos que el Presidente regrese al Congreso a rendir cuentas sobre su gestión, como no sucede desde hace diez años. O mejor aún, este podría ser el comienzo para cambiar el formato de los acartonados debates presidenciales. Pero es un hecho que mientras el Presidente no encuentre contrapesos para presentar su Informe, el evento no dejará de ser publicitario y una simulación de la verdadera rendición de cuentas. 

El antagonismo al poder no es el enemigo del gobierno en estos casos, de hecho, reconocerlo es una fuente importante de legitimidad y un elemento necesario para la rendición de cuentas. Más todavía si en el transcurso se logra defender la deseabilidad de las decisiones públicas que el gobierno toma. El problema es cuando el gobierno no puede defender de manera transparente y sensata sus políticas, quiere esconder sus problemas de corrupción, y de paso nos quiere engañar con simulaciones que no informan y solo abonan a nuestro enfado.

Y si no los convenzo, les sonrío y los remito al principio de este vídeo:

 

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Ahora que se discute la posibilidad de que Peña renuncie, es importante identificar horizontes comunes, que nos permitan aumentar el nivel de rendición de cuentas que tiene el gobierno con nosotros. Sea cual sea el cambio que venga, no podemos basar todas nuestras esperanzas en una renuncia, hay que ir más allá y luchar por cambios sociales profundos. 

@danielcubierto

 


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