Una opción a la corrupción

Cuando en un grupo de jóvenes encabezado por Alejandro Legorreta empezamos a esbozar Opciona en el otoño de 2015, uno de los primeros retos que nos planteamos fue transformar el enorme y justificado enojo social con la corrupción del gobierno en proyectos, espacios y acciones que permitan que los ciudadanos nos convirtamos en los principales protagonistas del combate a la corrupción en México. La idea era acompañar la exigencia de combatir la corrupción del gobierno con acciones concretas para reducirla en nuestros círculos inmediatos; o, dicho de otra manera, combatirla desde arriba y desde abajo, denunciando a los corruptos y actuando en congruencia.
Sin embargo, tras realizar una investigación etnográfica, una encuesta nacional y 16 grupos de enfoque (somos de los que no dan paso sin evidencia empírica de por medio)1, descubrimos una paradoja que nos obligó a recalibrar la estrategia para abordar el problema que nos habíamos planteado. Resulta que los mexicanos entendemos cosas distintas cuando escuchamos la palabra “corrupción”, y que esa variación de significados condiciona el éxito de cualquier política pública, reforma legal e iniciativa social para combatirla. ¿A qué nos referimos?
Al preguntarle a los mexicanos qué es la corrupción, una amplísima mayoría –el 79 por ciento (Votia 2016)— la asocia con el gobierno, los políticos, la policía y los servidores públicos. Salvo contadas excepciones, para los mexicanos la palabra “corrupción” trae a la mente imágenes de gobernantes saqueando el erario, policías pidiendo mordidas para “perdonar” multas y burócratas solicitando “propinas” para facilitar trámites. Es decir, en el imaginario de los mexicanos, la corrupción es una actividad propia, característica y casi exclusiva de los políticos y los trabajadores del Estado. Hasta aquí nada nuevo.
No obstante, nuestra percepción cambió cuando confrontamos a los entrevistados con la posibilidad de que actos como ofrecer una mordida para pasar la verificación, poner un “diablito” para pagar menos luz y contratar a un familiar en el trabajo (tres clichés útiles y emblemáticos) también sean ejemplos de corrupción. Su reacción fue tajante.
Con contadas excepcionas, los entrevistados se mostraron indignados ante la posibilidad de que sus actos fueran catalogados como “corruptos”. En todo caso, nos explicaron, sus actos son ejemplos de “astucia”, “audacia” e “ingenio”, una especie de justicia social o redistribución de la riqueza en un contexto de desigualdad, saqueo y abusos históricos. Acaso por eso el 96 por ciento de los mexicanos considera que participa “poco” o “nada” en actos de corrupción (Votia 2016).
Esta reacción nos planteó un reto de comunicación mayúsculo. ¿Cómo convencer a la ciudadanía de atender un problema que percibe ajeno? ¿Cómo demostrar la importancia de acompañar las exigencias dirigidas al gobierno de exigencias análogas a nosotros mismos, la sociedad? ¿Cómo combatir desde la sociedad civil un problema sistémico que es percibido como exclusivo del gobierno?
Fueron este reto y estas preguntas las que nos convencieron de la importancia de que el blog de Opciona sea un espacio para explorar la manera en que la corrupción se construye y reproduce cotidianamente, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Intercalando periodismo narrativo con reportajes informativos, crónicas, perfiles y artículos de opinión, buscaremos demostrar que la corrupción se cimienta, primero, a través de nuestro lenguaje, y segundo, en actos cotidianos y repetidos, mismos que nos sirven de base para redactar leyes, construir instituciones e implementar políticas que, por lógica, están fundadas en relaciones corruptas.
¿De qué manera la corrupción que tanto nos indigna (la del gobierno, claro) afecta nuestra vida diaria? ¿Cuáles son las historias detrás de los escándalos de corrupción que estallan cotidianamente? ¿En qué medida nuestras acciones contribuyen a que México sea uno de los países más corruptos del mundo? ¿Por qué debe importarnos que en México sea prácticamente imposible ganar una elección sin recurrir a financiamiento ilegal? ¿Por qué es relevante el hecho de que la palabra “corrupción” signifique cosas distintas para diferentes personas?
Estas son algunas de las preguntas que buscaremos explorar –y con mucho trabajo, responder— en este espacio; preguntas fundamentales para entender, enfrentar y reducir la corrupción en México; preguntas esenciales para reivindicar la política como una actividad ciudadana. El reto es mayúsculo, pero, con la complicidad de ustedes, queridos lectores, vecinos, amigos, hermanos, camaradas, valedores, conciudadanos, paisanos… sin duda es posible.
¡Bienvenidos!
@gustavoriveral
www.opciona.mx
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1. Estos hallazgos son producto de 16 grupos de enfoque, una encuesta representativa nacional y un estudio etnográfico realizados por Opciona en asociación con Votia, entre septiembre de 2015 y febrero de 2016. Primero, entre agosto y diciembre de 2015, se realizaron diez grupos de enfoque en la Ciudad de México, tres en Mérida, Yucatán, y tres más en Hunucmá, Yucatán. Segundo, en febrero de 2016 se realizó una encuesta representativa nacional con un nivel de confiabilidad del 95%, una muestra de 1,000 casos que permite la estimación de porcentajes de opiniones y cualesquiera estimaciones de proporciones, y un margen de error máximo asociado al tamaño de muestra de +3.7 %. Por último, entre septiembre y noviembre de 2015, se realizó un estudio etnográfico en el municipio de Tizimín, Yucatán. Cabe destacar que esta información fue complementada por un análisis de gabinete exhaustivo de estudios sobre corrupción en México que fueron publicados entre enero de 2005 a marzo de 2016.
El texto original fue publicado el 14 de julio de 2016 en Animal Político.
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