Cómo medir el más grande de nuestros problemas

Lo que no se puede medir no se puede mejorar. Por ello, medir la corrupción no sólo es un reto metodológico, es una condición necesaria para mitigarla en México y en todo el mundo.
El problema es que los actos de corrupción por definición son encubiertos. Por más baja que sea la probabilidad de ser castigados (según el Índice Global de Impunidad, los delitos sin castigo en México alcanzan el 99%), sólo por torpeza y cinismo las personas publicitan sus (presuntos) actos de corrupción.
Al problema de la secrecía hay que sumar el de la deseabilidad social. Los seres humanos somos reacios a reconocer públicamente conductas que pueden ser juzgadas como “antisociales”. Por eso nos cuesta trabajo hablar de temas “difíciles” como preferencias sexuales, terminación del embarazo, adicciones y, por supuesto, corrupción.
Desde esta perspectiva, la pregunta es tan obvia como urgente: ¿Cuál es la mejor manera de medir la corrupción? De acuerdo con la Anatomía de la Corrupción que publicó el IMCO en 2015, la mayoría de las mediciones corresponden a una de tres categorías de encuestas: 1) de percepción sobre la extensión y frecuencia de la corrupción; 2) sobre la participación o exposición a una conducta clasificada como acto de corrupción; y 3) de actitudes y valores frente a los actos de corrupción propios y de otros.
De estas mediciones, las más aceptadas y utilizadas mundialmente son el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) y el Barómetro Global de la Corrupción (BGC), ambas de Transparencia Internacional. Mientras el IPC es una recopilación de resultados de encuestas elaboradas en 140 países que miden la percepción de los niveles de corrupción según ciudadanos, empresarios y analistas, el BGC es una encuesta aplicada a más de 114 mil participantes en 107 países que mide las experiencias directas de corrupción y percepción de la corrupción en las principales instituciones de cada país.
Si bien estas mediciones de Transparencia Internacional tienen un enorme valor por el simple hecho de ser series históricas comparativas sobre uno de los fenómenos sociales más difíciles de medir (el IPC se publica anualmente desde 1995 y el BGC se ha publicado anualmente de manera casi ininterrumpida desde 2003), ambas adolecen de la misma falla estructural: dependen de preguntas que piden a los encuestados recordar algo (y que por ende son susceptibles a infinidad de errores de memoria) y de preguntas que le piden a los encuestados hablar de temas “difíciles” (y que por ende son susceptibles al sesgo de deseabilidad social).
En Opciona nos dimos a la tarea de resolver este problema. En la primera semana de agosto, levantamos una encuesta en colaboración con Votia para medir la participación de los mexicanos en actos de corrupción, pero minimizando los errores de memoria y el sesgo de deseabilidad social. Los errores de memoria los redujimos preguntando a los encuestados sobre su participación en actos de corrupción en el último mes (en el BGC la mayoría de las preguntas son sobre los últimos 12 meses). El sesgo de deseabilidad social lo redujimos a través de un experimento de lista.[1] Los resultados son, por decir lo menos, interesantes.
Al preguntarles de manera directa, el 10% de los mexicanos reconocieron haber pagado un soborno a un servidor público para agilizar un trámite o evitar una multa en el último mes. Sin embargo, al preguntarles de manera indirecta, a través del experimento de lista, el porcentaje de mexicanos que reconocieron haber pagado un soborno en el último mes aumentó a 23%. ¡Uno de cada cuatro mexicanos!
Es importante considerar que esta estimación es conservadora por el simple hecho de que sólo mide un tipo de corrupción (sobornos), por lo cual la proporción de la población que se ve afectada directamente por este fenómeno podría ser mucho mayor. Recordemos que la violencia afecta directamente al 33% de los hogares y la pobreza al 46% de las personas. De acuerdo con la encuesta de Opciona, la corrupción, en el mejor de los casos, podría afectar directamente a 1 de cada 4 mexicanos, en el peor, a muchísimos más.
Más claro, imposible. La corrupción es el reto más importante que enfrenta México en el siglo XXI: el problema de nuestros problemas, la causa, el origen de muchas cosas que necesitamos cambiar en nuestro país. Es momento de mejorar la manera en que medimos el más grande de nuestros problemas.
@gustavoriveral
[1] El experimento de lista es utilizado en estudios de opinión pública con el objetivo de capturar la opinión verdadera de los entrevistados sin necesidad de preguntarles directamente sobre asuntos “difíciles” o "incómodos" como adicciones, interrupción del embarazo, creencias religiosas y hábitos sexuales, reduciendo así el temor al rechazo y por ende el sesgo de deseabilidad social. La encuesta realizada por Opciona en colaboración con Votia es la primera que usa un experimento de lista para medir la incidencia de la corrupción en México, lo que representa una mejora sustancial en la manera en que medimos este fenómeno.
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